viernes, 11 de diciembre de 2009

EXPRESIONISMO ABSTRACTO

Expresionismo abstracto


Después del surgimiento del Action Painting en Estados Unidos, en la década de los cincuenta, se extiende un movimiento abstracto a lo largo del continente. Fue una pintura que se definió a sí misma. Se alejó del interés decorativo y puramente representativo.

"Nace del deseo de expresar libremente emociones y sensaciones, justificando así, con la fuerza espiritual del espacio vacío, la mancha o la pincelada suelta. Por eso hay un repetido tono poético que se advierte en grupos o pintores individualmente considerados.." (Traba, 1994, pág. 88).

Así sucedió en Argentina, cuando un grupo de artistas se interesó por una abstracción más libre frente al concretismo. Miguel Ocampo (1922), quien en la colección del Banco de la República figura con la pintura titulada Piedra y cielo (1972), al igual que Clorindo Testa, Sarah Grila y Antonio Fernández Muro, formó parte del Grupo de Artistas Modernos de la Argentina, promovido por el crítico Aldo Pellegrini.

Clorindo Testa (1923), autor de Espacios manchados, nació en Nápoles pero desde niño vivió en Argentina, donde ha sido considerado la cabeza del expresionismo abstracto; también ha sobresalido en sus trabajos arquitectónicos.

Víctor Chab (1930), con la serie de siete monotipos Sin título 1-7 (1972), y el óleo Pájaro y gárgola (1964), forma parte del acervo del Banco.

El expresionismo abstracto, en México, también contó con numerosos adeptos, entre ellos Manuel Felguérez y Vicente Rojo.

Manuel Felguérez (1928), uno de los primeros artistas mexicanos en alejarse de la escuela muralista, trabajó diversos medios y experimentó en la integración de pintura y escultura, para lo cual empleó materiales diversos, como plástico y metales. El informalismo, el expresionismo abstracto y las construcciones geométricas han caracterizado por distintas épocas su pintura. Ondulaciones del torso (1867), obra abstracta y matérica, pertenece a un periodo orgánico en que incluye trazos gestuales. En el espacio pictórico siempre subyace una estructura profunda geométrica que organiza y otorga el sentido.

Nacido en España en 1932, y residente en México desde 1949, Vicente Rojo trabajó los formatos grandes y se interesó por las texturas y el color luminoso. Signos, números y letras son transformados en elementos plásticos llenos de fuerza. Según Marta Traba, Vicente Rojo "sacó adelante la reflexión cromática del color-signo y del color-lenguaje, dentro del más persuasivo y constante conjunto". Señal antigua Nº. 10 (1967), pintura que integra la colección del Banco de la República, es un buen ejemplo de ello; sobre un fondo negro sobresale un signo en una textura rocosa y rojo sangre.

|Señal antigua N.o 10. (1967) |
Vicente Rojo,
México, 1833-1987
Óleo sobre tela, 110 x 80 cm
Colección Banco de la República

En la década de los sesenta, Armando Morales Sequeiras (1927) trabajó con colores suaves, casi monocromos, como en Pintura (1966), donde los tonos rosas, azules y grises con textura matérica ofrecen una pintura de gran lirismo. Este óleo pertenece a una época abstracta del artista.

|Pintura. (1966) |
Armando Morales Sequeira,
Nicaragua, 1927
Óleo sobre tela, 128 x 102 cm
Colección Banco de la República

En Bolivia, María Luisa Pacheco (1919-1982) acoge un sentimiento prehispánico en su pintura. Mallasa (1980)aparece como una síntesis de la formas del paisaje de los Andes. Óscar Pantoja (1925), también boliviano, formó parte del grupo expresionista al que perteneció Pacheco. Está incluido en la colección con Extremo vértice, 1962.

Después de trabajar con los informalistas españoles, Enrique Tábarra (1930), quien siempre se opuso a la pintura de Guayasamín, regresó al Ecuador. Desarrolló una pintura con texturas pesadas y elaboradas a las que incorporó elementos de la cultura prehispánica. Las figuras y símbolos estaban sugeridas o mimetizadas en los empastes. La colección posee dos obras suyas sobre papel: Sin título (s.f.), en técnica mixta, y Sin título (s.f.), en acuarela, las cuales fueron donadas por el prestigioso crítico Casimiro Eiger.

Oswaldo Viteri (1931) pertenece a la generación y grupo de Tabarra, que presentó una época de resplandor para la pintura ecuatoriana. En la colección figura con Hombre cósmico (1961), que contiene elementos iconográficos alusivos a alguna de las obras de Tamayo.

El peruano Fernando de Szyszlo nació en 1925 en Lima, donde realizó sus primeros estudios de arte, los cuales continuó en Francia e Italia. En 1958 participó en el Primer Salón de Arte Abstracto en Perú, en el cual tomaron parte 27 artistas. Desde entonces ha sido reconocido como una de las primeras figuras de la plástica en el continente. Ha sobresalido por la fuerza de su color, inspirado en los tonos de los tejidos prehispánicos, así como en huellas provenientes de la cultura inca. Su pintura se encuentra ampliamente representada en la colección del Banco de la República con las pinturas Yana sungo (s.f.), Qapa-Markapi (II) (en Cajamarca) (1964), e Imago (1972).

|Yana Sungo. (s.f.) |
Fernando de Szyszlo,
Perú, 1925
Acrílico sobre tela, 60 x 54 cm
Colección Banco de la República

En la década de los cincuenta se consolidó el arte abstracto en el Uruguay, aunque se tenían antecedentes significativos en la obra Torres-García. Una gran acogida se brindó al informalismo, especialmente al arte matérico relacionado con el español Antoni Tàpies y el italiano Alberto Burri. A este grupo pertenece Jorge Páez Vilaro (1922-1995), de cuya autoría es la pintura El carretillero (1958).

De Panamá, Alfredo Sinclair (1915), el primero en explorar el expresionismo abstracto en su país, está presente con Figura reclinada, versión 2. Su abstracción lírica se caracteriza por la conformación de espacios con colores vibrantes.

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